Esta imagen corresponde a un ecocardiograma transesofágico. En esta escena particular, la protagonista es una paciente de 68 años con múltiples comorbilidades: diabetes mellitus insulinorrequirente, hipertensión, dislipidemia, enfermedad renal crónica, hipotiroidismo, cirrosis y antecedentes oncológicos. Fue hospitalizada por una endocarditis de válvula nativa mitral por una bacteria poco común: Escherichia coli, asociada a embolismos sépticos a sistema nervioso central.
Lo que vemos en esta imagen no es solo un diagnóstico médico, sino una inesperada manifestación artística. La vegetación —una masa infecciosa adherida al velo posterior de la válvula mitral— adoptó una forma sorprendente: un rostro. No cualquier rostro, sino uno que evoca al célebre personaje Jack Skellington de la película El extraño mundo de Jack. A la izquierda, se observa la imagen original. A la derecha, se ha editado ligeramente para resaltar esta curiosa similitud, incorporando a Jack y una calabaza, como una interpretación artística del hallazgo cardiológico.
Más allá del rigor clínico, esta imagen representa un encuentro entre ciencia y arte. En medio del sufrimiento y la complejidad clínica, emerge una figura fantasmal, casi poética, que transforma un eco en una obra con narrativa. Es una manera distinta de ver el corazón: no solo como un órgano enfermo, sino también como un lienzo donde, a veces, las sombras proyectan formas que despiertan la imaginación.